RETROSPECTIVA
DE PAISAJES[1]
Al Comandante Álvaro
Baltodano,
en recuerdo de LCBS.
De verdad que no hay
pulgada que no sea un
pedazo de
vida
yo nací en Santiago
de Chile
hijo de un estudiante
de ingeniería en la Universidad
Técnica del Estado
y una oficinista de
la CASA SALVO.
Nací cerca de los
puentes peatonales del Mapocho[2]
que ensoñadamente evoco.
La infancia ocurrió
en Managua, Calle Momotombo
casa de mi abuelo
no fui nunca boy-scout.
pero si explorador de
las cloacas de Managua desde los
rieles hasta el Luciérnaga.
Adicto al béisbol del
callejón y del INCEI.
No conocí penurias,
sólo algunos fajazos de mi padre
por mis escapadas,
por mis tardes en la cuartería.
Me creí hijo de mi abuelo
y cuando murió me
quedé a puertas cerradas con todos
sus recuerdos
me agarré a su
memoria…
Tuve una
tía preferida.
Mi tía Auxilio que se
fue a Norteamérica
cuando yo sin querer
me iba quedando solo
en los
rincones de las tardes.
Un
terremoto
me batió los
cimientos y Managua fue baldíos, escombros:
un pozo sobrevive, en
pie aún su brocal
y estoy seguro que el
día que me aproxime
desde el fondo
responderá el eco de mi voz
con el olor rezagado
de los perdidos jardines.
Crecí en Estelí
donde limitaba al
Oeste con montañas verdes hasta en el verano
al Sur y al Este con
una planicie
que llega hasta Moropotente
donde otras
cordilleras y serranías se bifurcan
hacia el Norte y Nordeste.
(Conozco esos
lugares: Trapiches olorosos a miel, a dulce,
a caña
mojada y quemada
inmensos plantíos de
tabaco,
una torre o antena de
radioaficionados en la colina
del camino a
Villa Vieja).
Allí olvidé los
escombros, las ruinas
Los cadáveres
envueltos en sábanas blancas apilados
sobre la acera.
Después con la malicia de la primera
vez
me bañé en La
Estanzuela con la desnude adolescencia.
Jugué béisbol en La
Tunosa con campesinos hechos al
hacha y al machete.
Fumé mariguana con
los muchachos del barrio.
usé chaqueta negra de
cuello – alto (a lo Nicky
el de
Broadway)
imité a Travolta en
vueltas contorsionadas.
Me enamoré de una
muchacha
que me sacó ileso de
esta parte de mi vida
porque fue por su
amor, porque me enamoré de ella
que participé en
huelgas y tomas de colegios.
Por estar junto a
ella
y seguir junto a ella
EX PROFESO asalté una
gasolinera.
Mi hermana Mónica
murió en noviembre un 9 anochecido
en circunstancias que
no se me aclaran,
pero dejó la puerta
por donde ha entrado esta luz
y por donde hemos
salido mi papá, sus amigos, mi novia
aquella, yo
hacia las plazas
donde se reinventa como un mar la
muchedumbre.
En los primeros meses
de la guerra
recorrí Pantasma, El
Cuá y Abisinia
hacia el sur una
carretera atraviesa el Macizo de Peñas
Blancas (allí emboscaron a
Denis Espinoza)
Por Jalapa en Fila La Yegua donde cayó
Tomás Castillo
Contemplé a los
muchachos apuntalando las piezas de
Artillería
y sentí cómo los
morteros hacían retumbar aquel suelo.
En Quilalí las casas tienen un zócalo de
lama y las tejas
se llenan de
líquenes,
desde el campanario
de la iglesia divisé sus alrededores
y pensaba en mi hijo
recién nacido: Cerro Blanco
a 1600 metros
sobre el nivel del mar
y Wiwilí hacia el
este con sus campos verdes que el sol
vuelve
luz
atravesado por las
aguas translúcidas del Coco.
Mulukukú se ahoga de calor e insectos
en la soledad
de la selva
---confluencia del Iyas y
el Tuma---,
desde allí se ha
soñado con futuros y mejores días.
En Teotecacinte fui testigo de
hombres que pelearon
por cada centímetro
de “El PORVENIR”
(cuatro niños corrían
en medio de las balas).
A las 5 de la mañana una vez
vi en Chontales
Cómo el sol
descobijaba de nubes la llanería
Mientras chillaban
los congos.
En la bahía de Bluefields
aspiré un olor
Mezclado de mariscos
lodo marítimo y zinc oxidado
al compás de las
historias piratas de Milton Wilson.
Remonté el Río San Juan entre
pájaros y nenúfares
Con un viento que
estremecía los árboles en la ribera.
En Jinotega he conocido Siste, Mancotal,
Dantanlí, Vilán
Sunis…
He permanecido al pie
del Yucapuca
y fui al Naranjo
por la trocha donde mataron a
Miguel Ángel,
a Nicolás Palacios
(ingeniero que abandonó la profesión
por ingresar al EPS)
a Julio Gutiérrez
(empleado de banco y reservista), Martín
y Sergio.
No hay una pulgada de
tierra que no sea un pedazo de mi
vida.
El zacate alto, la
yerba verde, las flores crecen, brotan
del pecho de los caídos.
Los ríos, las
quebradas corren a las bocas sedientas de
los
compas.
Cuevas y peñascos
guardan el eco de las voces de los
Soldados.
La savia de los
árboles ayer era un joven en las calles
de alguna ciudad.
Las esporas llevan el
beso de los amantes muertos.
Las noches de
Santiago propician el 90% de capturas
y secuestros.
¿Cuántos
desaparecidos han aparecido en las aguas del
Mapocho?
¿Cuántas parejas se
buscan los labios sentados en el pretil
de sus puentes?
¡Escuchen, oigan el
paisaje de estas tierras!
¿Quién nos llama
desde las montañas? ¿De quién son
esas voces al viento?
---Por ahora, la
muerte es nuestro más vivo paisaje.
[1] Tomado de la
obra Cuerpo
a tierra. Poemas, 1983 – 1988) de José Mendoza. Nota introductoria de Ernesto
Cardenal Martínez. Managua. Editorial Nueva Nicaragua. Centro Nicaragüense de
Escritores. 1ª. ed. 1996. [N 861.44/M538/
92 pp.] El poema se encuentra en las pp. 50 – 53.
[2] Principal curso de agua
que pasa por Santiago, la capital de Chile.
FELIZ AÑO NUEVO
Nunca
estuve contento en el ESTADO MAYOR GENERAL
allá en
Managua.
No
sirvo para la oficina.
Ahora, aquí
el
hastío ha de ser mi arma reglamentaria.
Vivo
entre el movimiento y la tensión.
Un
solo disparo puede ser siempre el comienzo;
tomamos
veloces las posiciones de tiro,
ya estamos
en zafarrancho de combate.
Entre los C/R y nosotros.
Hay unos
500 metros de distancia esta noche
Y la
luna apenas alcanzará a los dos bandos.
Todo
indica que tendremos que enfrentarnos.
(No
logro definir el miedo aunque lo he sentido:
Tal
vez sea esta incertidumbre y este pendejo escalofrío).
Pero
no era nada. No fue nada: una bala accidental.
Una
detonación fortuita y después el susto, la carcajada.
Cuando se redobla la posta
o quedamos
emboscados lo que más me desespera
es el
silencio, no poder hablar con nadie.
Estamos
en Lisawé ---cooperativa de 25 familias
miskitas---
y no
podemos siquiera encender un cigarrillo.
Hoy
debe ser 30 o 31 de diciembre
y
esta lluvia universal, milenaria me pone más pesado
el uniforme y la
mochila,
el
suelo, el mundo se vuelve lodoso, se escapa
¡el cuerpo es
insostenible!
Será
quizá el último aguacero del siglo.
En
Wiwilí yo vi que las nubes amanecieron
Aferradas
a la cintura de los ceibos y madroños,
no
fue visión, ni alucinación: Las enormes copas de los
árboles
flotaron
durante dos horas (de 5 a 7 a. m.) sobre
las más densas nubes.
¿Esta
lluvia de hoy, este día de ayer
Serían
los últimos del año?
---Ya lo sabré
otro día.
La
verdad es que no sé si eso era lo que importaba saber.
Pero
si me digo la verdad me atacaría la nostalgia
Y por
ahora aquí no hay lugar para la nostalgia.
____________________________
En el libro "Cuerpo a Tierra", p. 38 - 39.
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