miércoles, 29 de enero de 2014

Isla de la Juventud

CIUDAD DE LA JUVENTUD[1]

A Vidaluz

I
(El Viaje)

Mientras el helicóptero hacia un torniquete con sus hélices

                                                                                                          al aire

miraba hacia abajo serpentear los caminos

sobre el manto freático

en medio de una geografía

densamente poblada de guásimos, guayabos, ceibos y

                                                                                              madroños

con grandes extensiones de rastrojos

que son matorrales altos y apiñados

                        El agua de los ríos

desde el aire es azul tornándose grisácea en las orillas

y tiene médanos similares a isletas       

               También volamos a la par de las nubes

atravesamos cirros y nimbostratos, blancos y plomizos.

Casi 40 minutos de viaje

En que caviloso ordenas las vicisitudes del alma y los

                                                                                       recuerdos.

                        “Vas a la ciudad de la juventud”

            (me dijo el Comandante Salvatierra antes de salir)

Al derredor asoman casitas

con techos de zinc en los que el sol destella

y sobre una tierra blanca y pedregosa

el aparato posó suavemente.

La pista está llena de muchachos

que corren detrás de una pelota sudorosos y sin camisa.

Es una actividad deportiva

que se realiza los viernes por la tarde

            ---me explica el Teniente Marenco---

Aquí los muchachos juegan

y se preparan para el combate.

En la noche cuando aparece una guitarra

se agrupan y cantan

o van al río a pescar con atarrayas y anzuelos.


II

(La esperanza)

Cuando acabe esta guerra

vendrán muchachos a conocer la siembra

tal vez aquí

edifiquen una escuela de agricultura,

un campamento de exploradores

donde niños aprenderán juegos, canciones y poemas.

y bajarán al río

por el lugar donde sufrí la remembranza.

Talvez aquí se amen las futuras generaciones.

Y a los hijos de mis hijos

será difícil hacerles entender

que este lugar lo visitó la muerte.

Mirarán incrédulos

escudriñando al fondo mis pupilas

y creerán que es la vejez la que me volvió sentimental.







[1] José Mendoza Silva. Cuerpo a Tierra. Managua. Editorial Nueva Nicaragua. 1ª. ed. 1996, pp. 36 – 37.

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